8 feb 2007

Un choque... una noche... una puerta... y una promesa...


Sueño

En la silla de mimbre te has quedado dormida
con un fin de sonrisa en la boca entreabierta.
Esta como en cenizas la brasa de tu vida,
y por un poco de aire no acabas de estar muerta.

En las manos se aduerme la luz, como si entrara
por entre carne y piel, y sobre tu regazo
cae un trozo de sombra que te mancha la cara,
apretándose justa, a la curva del brazo.

De tus párpados fluye cierto noble sosiego
que en la frente inclinada se aclara y se depura,
como algo invulnerable que sobre el cuerpo ciego
pusiese una invisible defensa de armadura.

Y me quedo en la orilla de tu sueño profundo
que en su total parálisis todo olvida y desdeña
como si hubieras sido escamoteada al mundo.
Tu no eres nada ahora y yo soy el que sueña.

Te observo fijamente, doblado ante el abismo
que nos separa; evoco tristeza y alegrías
y voy recuperándote como algo de mi mismo
que hubiese desgastado el roce de los días.

Nuestros seres quedaron distantes, en el trato
diario. Somos islas y el mar se extiende entre ellas.
Nos llegan las señales a través de ese hiato,
con la clara fatiga de las viejas estrellas.

Pero aunque me separa de ti, que estás dormida,
ese abismo que ahonda mi espíritu despierto,
algo acopla por dentro tu vida con mi vida.
Vivimos y morimos los dos; eso es lo cierto.
Tu rostro me revela nuestro común destino
y hay en el ciertas huellas de que antes no hice caso,
que son como la impronta del dolor paulatino
de toda tu esperanza y todo mi fracaso.

De pronto me da miedo lo blanco de tu frente
y, arrastrado en el vértigo de estas ideas que urdo,
concibo que podrías morirte de repente,
¡y es un arma cargada mi pensamiento absurdo!

Te digo alguna frase a media voz y apenas
hacia mi voz estiras tu mano en vano empeño,
porque estás como anclada con seguras cadenas
en el fondo del mar en pleamar del sueño.

Quizás, también, mañana yo duerma un sueño fuerte
y a tu vez me contemples con temor infinito,
sin saber que me ido soñando hasta la muerte.
¡Yo no podré tender las manos a tu grito!

(Ezequiel Martínez Estrada)

La primera angustia... la mas infinita... la mas duradera... la unica muestra... la eterna promesa... la primera sonrisa... la mañana eterna... la blanco frio... la noche a cuestas... la seducción de la mujer... la simple puerta... la unica virtud... la promesa... la noche de testigo... la vida nuestra... la unica... la primera...

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